Por: Verónica Flórez / @soyalkalina
El ambiente comienza a sentirse diferente, el aire de pronto no es tan frío y las calles no son tan solas. En las casas, el olor dulce comienza a invadir todos los espacios. La nevera comienza a llenarse tímidamente de pequeños bocados que terminan por convertirse en grandes banquetes. Diciembre acaba de llegar.
Llega diciembre y con él, la emoción del último mes del año. El regocijo, los encuentros apresurados, las últimas citas, las celebraciones y proyectos. Pero también “los últimos esfuerzos”.
Porque, aunque diciembre lleve consigo la ilusión de la navidad, también es cierto que tiene una carga emocional y física inconsciente, de la que muchas veces somos parte.
Pensemos esto: cuando hablamos de diciembre, lo asociamos a ganancia de peso, a comer excesivamente, “descansar” de la “dieta”, entre muchos otros pensamientos saboteadores de un proceso sano física, mental y emocionalmente. Por eso, sin pensarlo mucho, creemos que tenemos que compensar desde antes todos los comportamientos “malos” que sabemos que vamos a tener. ¿se te hace familiar?
Hemos normalizado tanto estos comportamientos y asociaciones, que ni siquiera nos damos cuenta que terminan por moldear nuestra forma de actuar. Entonces días antes de la tan esperada llegada de diciembre, visitamos un nutricionista – en el mejor de los casos- diciéndole que nos ayude a bajar de peso, o comenzamos un reto détox para perder 5kg en una semana, o nos alimentamos a base de verduras hervidas y batidos mágicos para sentir que “nos preparamos exitosamente” para todo lo que se viene. Como si siempre estuviéramos en deuda y sin ser suficientemente “aptos” para comer.
Por eso, esta más que una invitación para “prepararte” para diciembre, invitándote a que compres las nuevas pastillas mágicas, o que le inviertas a un producto traído del Himalaya que te promete resultados flash, es una invitación a que tu “preparación” sea diferente, siempre.
Primero, aprende a comer con consciencia. Y con esto, me refiero a que disfrutes cada bocado de comida, que aprendas a identificar las sensaciones que causan en tu cuerpo. Que te tomes el trabajo de servir tu plato y comerlo mirándolo, oliéndolo y saboreándolo. Aplica tanto para lechuga como para la natilla. Es importante aprender a identificar esto, porque luego esas sensaciones son las que van a permitir que hagamos mejores elecciones a la hora de comer.
Segundo, trabaja en tu sensación de merecimiento. Hemos sido manipulados por la cultura de dieta y la sociedad de consumo, para que sintamos constantemente que no somos merecedores de un plato de comida, o que tenemos que compensarlo de formas dolorosas y agresivas con nuestro cuerpo para poder lucir o alcanzar estándares de belleza irreales. Comienza por buscar pequeños momentos de visualización en los que disfrutas y agradeces por cada plato de comida que puedes servir en tu mesa.
Tercero, comparte con tus seres queridos. La alimentación no tiene que ver solo con un plato de comida, o con unas calorías. Estamos constantemente alimentando nuestra vida y una de las formas más bonitas que tienes para hacerlo es nutrirlo de lazos fuertes, que te impulsen, que te recarguen. Esto te ayudará a sobrellevar la ansiedad por lo que la sociedad quiere que hagas o alcances y te permitirá vivir con más libertad y presencia estas fechas.
Y por último, enfócate siempre en construir hábitos. Para que estos te acompañen en todas las épocas del año y no sean acciones rápidas e insostenibles que te generen ansiedad. Los hábitos son tu sostén, tu ancla y también los que te permiten siempre volver a ti.
¡Que este inicio de diciembre sea exitoso!